ENFOQUE DE GÉNERO EN ABORDAJE DEL TABAQUISMO
 

En las sociedades occidentales, en muy pocos años, el tabaquismo va a pasar a ser una enfermedad predominantemente femenina, contrariamente a lo que lo ha sido a lo largo de su historia. Esto va a hacer que –ya desde ahora- tengamos que enfrentarnos a este problema de salud pública con enfoques ligeramente distintos.

El tabaco no afecta diferenciadamente a mujeres y varones. Es ambos sexos es similarmente tóxico y similarmente adictivo. Por otra parte, los mecanismos de incorporación al consumo y los de deshabituación son relativamente similares. A pesar de esto, se aprecian diferencias que pueden tener relevancia preventiva y terapéutica en todas las áreas citadas. Por ello, de manera similar a otros campos, los conocimientos desarrollados (de una manera consciente o inconsciente) a partir de modelos o circunstancias predominantemente masculinas deben ser adecuadamente filtrados y reelaborados a partir de un enfoque de género específico, con el fin de conseguir que el sesgo que actualmente tienen (los datos o los análisis) no dé lugar a una aplicación menos eficaz, tanto en los varones como en las mujeres.

Mientras que el consumo del tabaco está descendiendo en los varones españoles, el de las mujeres permanece estable, siendo ya mayor la proporción de mujeres que se incorporan cada año al consumo (ver figura).

En los países anglosajones y del norte de Europa el tabaquismo femenino empezó a aumentar a partir de los años 40, al tener que ocupar las mujeres los lugares de trabajo de los varones durante la segunda guerra mundial. La industria tabaquera hizo que el tabaquismo se asociara al trabajo fuera del hogar, la independencia económica y la liberación femenina. En los países mediterráneos este incremento no se produjo hasta finales de los años 60.

Consumo de tabaco en el último mes, según sexo y edad, en estudiantes españoles (EE-2000)

Con el desarrollo económico de esa época y la posterior reimplantación de la democracia en nuestro país, es cuando se produjo un mayor acceso femenino a la universidad y una mayor emancipación, circunstancias que fueron utilizadas también por la industria del tabaco con el fin de conseguir una tardía pero importante incorporación de la mujer española al consumo tabáquico.

El mantenimiento e incremento del tabaquismo en nuestro entorno se ha visto favorecido también por la presencia de una baja percepción social del problema. Este hecho se agrava particularmente en el caso de las mujeres, en quienes -por llevar menos tiempo fumando- todavía no se han manifestado gran parte de las consecuencias perjudiciales del tabaquismo sobre la salud.

En la mayoría de países desarrollados las tasas de prevalencia del tabaquismo femenino se mantienen elevadas, aunque su evolución varía según se trate de países anglosajones o mediterráneos. En los países en los que las mujeres se incorporaron al tabaco por los años 50 se observa ya en las mujeres los excesos de mortalidad atribuidos al tabaco; en aquellos en los que la incorporación femenina al tabaco se realizó sobre los años 70, no se han manifestado todavía claramente la mortalidad derivada del tabaco, aunque ésta ha aumentado en los últimos años y se calcula que su punto de inflexión se va a producir en breve.

E n la actualidad en todos los países de la Europa occidental -así como en Estados Unidos y Canadá, y en Australia y Nueva Zelanda- se observan dos constantes en los patrones de consumo tabáquico:

1) Por un lado, las chicas fuman en mayor proporción que los adolescentes varones;

2) Por otra parte, las mujeres cercanas a los 40 años tienden a dejar el tabaco en menor proporción que los varones de su misma edad . Si bien éstas acuden y solicitan con mayor frecuencia servicios especializados con credibilidad para dejar de fumar, da la impresión de que encuentran más dificultad o presentan menos motivación para dejar el consumo.

Estos dos hechos hacen prever que –como ya se ha señalado- en un futuro no muy lejano, en la sociedad occidental el tabaquismo va a pasar a ser una enfermedad predominantemente femenina.

Una constante que también se observa en las sociedades desarrolladas es que el tabaquismo ha pasado a ser una actividad fundamentalmente de las personas –varones o mujeres- pertenecientes a los niveles socioeconómicos más desfavorecidos. Se desconoce porqué esto es así, pero es claro que: 1) bien son más susceptibles a las diversas presiones de la industria (publicidad, promoción y creación de un clima social favorable); 2) o lo son menos a las diversas campañas preventivas y educativas (que inconscientemente pueden estar sesgadas a segmentos más favorecidos de la población); 3) o ambos factores pueden contribuir a este fenómeno altamente regresivo.

Por este motivo –y por las repercusiones que tiene en los países en vías de desarrollo-, la O.M.S. ha declarado como lema para el próximo día 31 de Mayo (Día Mundial sin Tabaco) el lema “Tabaco y pobreza”.

 

¿EXISTE ENFOQUE DE GÉNERO EN TABAQUISMO?

La experiencia muestra que la cuando se asume que en un determinado campo no existe enfoque de género, lo que habitualmente ocurre es que inconscientemente predomina la visión o el sesgo natural de quienes han realizado el análisis; es decir, predomina el enfoque de género masculino .

Enfoque de género implica reconocer que, por las circunstancias que sean, varones y mujeres se ven afectados de una manera distinta -y consecuentemente reaccionan también de un modo diferente- por un determinado problema. En el campo sanitario el enfoque de género permite un mejor diagnóstico -y por ello un mejor abordaje- de las circunstancias concretas que afectan a la salud, a la enfermedad, a la manera de enfrentarse a ellas y a las consecuencias que de ellas se derivan. El enfoque de género es especialmente relevante en los trastornos conductuales (donde se encuadran las adicciones), ya que, sea por circunstancias genéticas, hormonales o ambientales, es en la conducta donde mayores diferencias se observan entre mujeres y varones.

Su razón de ser viene justificada por la presencia de realidades diferenciales, independientemente de las causas de éstas. Al igual que otros procesos, trastornos o enfermedades requieren un abordaje diferencial en virtud de la edad o de la pertenencia a diferentes culturas de las poblaciones, gran parte –si no, todas- realidades relacionadas con la salud requieren un abordaje de género específico, simplemente por razón de eficacia y para realizar las intervenciones de la manera más científica –más adecuada a la realidad- posible.

Los estudios sobre salud en general, o sobre adicciones en particular, se han hecho con un inconsciente enfoque de género masculino, que es el que ha predominado a lo largo del desarrollo científico del siglo XX. En parte, esto viene también justificado porque, históricamente, la mayor parte de adicciones –también el tabaquismo- han afectado mayoritariamente a varones.

Todos los métodos que han demostrado eficacia en la cesación tabáquica de varones, son también válidos para mujeres. Pero esto no quiere decir que sean igualmente válidos; quiere decir que con ellos se alcanza una eficacia superior al placebo. Al igual que los adolescentes pueden requerir, por su diferencia de edad y de expectativas, tratamientos especiales para su tabaquismo (a pesar de que en ellos también sean eficaces los recursos habituales), las mujeres -o determinados grupos de ellas- pueden requerir un abordaje más específico que tenga en cuenta sus necesidades y expectativas diferenciadas.