Al salir de Reinosa el ambiente es
frío y una espesa niebla envuelve el ambiente. Comienzo a
pedalear sabiendo que lo hago ya para llegar a casa. Tengo prisa.
La niebla sobre el pantano del Ebro |
He elegido una ruta más larga,
alejada de las carreteras principales. Al llegar al Pantano del Ebro la
niebla se disipa en parte y me apresuro a cambiarme de ropa a una
más cálida. Está precioso el pantano con las
riberas envueltas en una niebla que ahora es más tenue, y con
algunos rayos de sol tímidamente iluminando algunas zonas.
Al llegar a Corconte, al otro extremo del pantano,
vuelve la niebla y comienzo la ascensión a los puertos de la
Magdalena y la Matanela, de unos 1000 metros de altitud, y que marcan
la división de la cordillera entre el valle del Ebro y la cuenca
Norte que vierte sus aguas en el Mar Cantábrico.
El puerto de la Matanela marca el cruce
de la Cordillera Cantábrica. Comienza la bajada hacia San Pedro
del Romeral y los Valles Pasiegos |
Al coronar el puerto sé que ya es casi todo
cuesta abajo a partir de aquí. Observo con desazón que ha
crecido mucho el parque eólico construido en las crestas de los
montes y que estropea la vista de las cumbres cantábricas desde
el valle.
A pesar de ello, en el descenso ha ido desapareciendo
la niebla y en su lugar pueden observarse los paisajes de los Valles
Pasiegos, de color verde intenso, con esas pendientes imposibles y
desniveles brutales. Este es el paisaje que para mí tiene
más fuerza y despierta más sensaciones de belleza de
entre todos los que he visto en mis dos viajes por el Camino.
Los valles pasiegos, con sus verdes
paisajes, despiertan sensaciones de gran belleza |
El descenso es rápido, pasando por San Pedro del
Romeral. Puesto que no hay que pedalear soy un espectador privilegiado
de ese entorno natural, agreste y vertical.
Al llegar al fondo del valle me encuentro con el
río Pas y entonces debo volver a afanarme en pedalear. Pocos
kilómetros después llego al parque de Alceda, donde
comienza la vía verde del Pas, que aprovecha el recorrido del
antiguo ferrocarril Ontaneda-Astillero. En el parque, una pareja de
pájaros carpinteros verdes juega a esconderse de mi tras los
gruesos troncos de los robles.
El paso por la vía verde es inspirador, sobre
todo en los tramos que discurren al lado del río. En poco tiempo
llego a Puente Viesgo. Allí abandono la vía verde para
seguir por caminos y carreteras locales el curso del Pas hasta llegar a
Puente Arce. Allí tomo un tramo del Camino de Santiago en
Cantabria pasando por Mompía y Bezana, para acercarme a casa. Me
alegra ver de nuevo las flechas amarillas que indican el camino, pero
no encuentro hoy a ningún peregrino. Estos últimos
kilómetros están cerca de casa y los conozco muy bien. Me
sé cada subida, cada bajada y la distancia que me queda por
recorrer. Ya sólo puedo pensar en abrazar a Paula y a Ana, ya
que Miguel está pasando unos días con sus tíos en
Alicante.
El río Pas, cerca ya de Puente
Arce (y de casa) |
Por fin, tras 104 kilómetros de recorrido por
Cantabria, cruzo la puerta de la urbanización en donde vivo y
llamo al timbre de casa, donde la cara sonriente de Ana me indica que
el viaje ha terminado.
La llegada a casa |
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