El Camino de Santiago en Bicicleta
Segundo Viaje

Día quinto: El Canal de Castilla

Flecha Amarilla A la salida del sol una tenue niebla cubre el cauce del Canal de Castilla

EnAmanece una mañana bastante fría y poco antes de que salga el sol me pongo en marcha. De camino por el Canal de Castilla me encuentro ya peregrinos llegando a Frómista, y que por tanto llevan ya una o dos horas caminando.

El agua del canal, más cálida que el aire, produce una tenue niebla que cubre el cauce y choca contra los verdes y espigados carrizos que lo bordean.

El camino es paralelo al canal y es prácticamente llano, aunque cuesta pedalear por el piso irregular, con hierbas y piedras. Ello no quita la sensación de frescor verde en mitad de una llanura dorada en la que se escapa la vista casi al infinito.

Flecha Amarilla Uno de los muchos puentes, sobrios y elegantes, que unen las orillas del canal

A mi paso salen huyendo innumerables pájaros, patos, y hasta unas musarañas que corren en fila siguiéndose muy de cerca. Voy pasando por distintas esclusas, hoy en día desmanteladas. Es una lástima que, como se ha hecho en otros países europeos, no se haya recuperado el canal para el turismo fluvial, haciéndolo de nuevo navegable. De todos modos, para los senderistas y ciclistas es una auténtica joya. Me gusta que, a diferencia de la vía verde del Pas en Cantabria que está totalmente asfaltada, el canal conserva sus caminos casi vírgenes. El pedaleo es más cansado, pero la sensación de estar contacto con la naturaleza es total.


Flecha Amarilla Una curiosa estructura. Un acueducto transporta el agua del canal a su cruce con el cauce de un río, que pasa por debajo

Al llegar al centro de interpretación del canal me encuentro con que no hay puente para atravesar el Pisuerga, que se cruza aquí con el canal, por lo que hay que interrumpir el camino para dar un rodeo de varios kilómetros por Herrera de Pisuerga. Retomado ya el canal, éste concluye (o se inicia) en Alar del Rey. Es una vía verde apacible y que apetece repetir, quizás al final del verano con mi hijo Miguel.


Flecha Amarilla Las esclusas del canal, que permitían salvar los desniveles a las embarcaciones movidas por mulas, están hoy en día desmanteladas

Terminada la vía verde ahora debo cambiar a un recorrido exclusivamente por carretera. Hago un desvío por Mave y Olleros para rodar por carreteras secundarias y evitar así el agobio de la general. Paro en Aguilar de Campoo a comer. Había pasado muchas veces por Aguilar sin entrar en el pueblo, y lo descubro por primera vez, muy bonito, especialmente su gran plaza central y el parque a orillas del Pisuerga.

Después de comer tomo otro desvío por el bello y cuidado pueblo de Menaza, para luego subir el puerto de Pozazal por la antigua carretera nacional, ahora casi sin tráfico gracias a la cercana y moderna autovía.


Flecha Amarilla El pueblo de Menaza, en lo alto de una colina, me sirve para alejarme de la carretera general y al mismo tiempo disfrutar de su belleza

Después de coronar el puerto para volver al valle del Ebro pedaleo cuesta abajo, debido al fuerte viento Norte, hasta llegar a Reinosa, fin de esta larga etapa de 116 kilómetros. Hoy me he sentido bastante más cansado que en días atrás y hasta he fantaseado en algunos momentos con el fácil recurso de llamar a casa para que viniesen a buscarme. Supongo que la diferencia fundamental con los días anteriores era la soledad. El Camino de Santiago es un reto personal, que se convierte en colectivo al compartirlo con cientos de peregrinos con los que te cruzas y a los que das y de los que recibes ánimos. Hoy no me he encontrado a nadie en el canal, y luego sólo el tráfico impersonal de las carreteras. Redescubro a través de la soledad de hoy qué es lo que hace tan especial una ruta como el Camino de Santiago.

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