Amanece un día con nubes pero sin llover y preparo
rápidamente mis cosas para partir cuanto antes a la meta,
mía y de tantos otros. Al descender la cuesta del Monte do Gozo
me emociona pensar en la llegada a la Plaza del Obradoiro, sin saber
que aún me queda otro obstáculo por salvar. Un par de
kilómetros más allá, al empezar a subir por las
cuestas de Santiago la cadena de mi bici hace un ruido extraño.
Un eslabón está medio saltado. Intento colocarlo con la
mano, pero unos metros más adelante se rompe del todo. Puedo
llegar ya andando pues apenas quedan dos kilómetros y medio,
pero creo que si la reparo tardaré menos. Tengo una herramienta
para reparar cadenas y un eslabón de repuesto. Nunca
había hecho esto antes, pero no es difícil y en 10
minutos estoy otra vez en marcha.
La
bici me ha empezado a dar problemas |
La emoción me embarga al llegar al
casco viejo, al ver la catedral, al llegar por fin a la Plaza del
Obradoiro, kilómetro cero del Camino. Le pido a un turista que
me haga una foto para reflejar ese momento que jamás
podré olvidar. Es el sueño cumplido, el esfuerzo
recompensado, la meta alcanzada, el haber cumplido una tradición
forjada por tantos europeos.
La meta de la Plaza del Obradoiro. Al
fondo, la Catedral de Santiago |
Vago un rato por los alrededores de la Catedral sin rumbo fijo, absorto en mis pensamientos, recordando los momentos del viaje, sobre todo los mejores y los peores. La cola para obtener la Compostela es enorme, por lo que espero a ver si luego es menor. Luego comprobé que la cola crecía cada vez más, por lo que me quedé sin ella. No me importa. Es sólo un papel. Lo importante ya lo llevo dentro de mí.
El sol muestra tímidamente sus rayos mientras empieza a llover y
surge al otro lado de la Catedral un bello arco iris que parece que me
da la bienvenida a Santiago.
Un arco iris me da la bienvenida a Santiago |
Dedico un rato a comprar unos recuerdos para Paula, Ana y Miguel. A mis padres les regalaré la concha de peregrino transportada durante cientos de kilómetros a lomos de mi bicicleta hasta Santiago.
Finalmente, a las once, pongo rumbo a casa,
dirigiéndome a la oficina de alquiler de coches mientras un
chaparrón despide este largo y precioso viaje.
El
regreso en coche del alquiler |
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