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Instalando una fuente

La instalación hace que la fuente esté a disposición de los programas de forma permanente, y que cada vez que arranca el sistema se carguen en memoria desde el principio de la sesión. Normalmente, una fuente instalada aparece en una carpeta especial dentro de Windows, llamada "fonts". Instalar una fuente es fácil:

basta abrir Mi PC | Panel de Control | Fuentes y elegir "añadir fuente nueva".

Buscamos en el disco o disquette el nombre de las fuentes disponibles, y elegimos las que queremos instalar. Apretando la tecla de mayúsculas durante la selección pueden elegirse varios ficheros consecutivos de la lista; con la tecla de control, varios ficheros no consecutivos. Los programas de administración de fuentes que comentamos más adelante también pueden realizar esta tarea (FontLoader lo hace, como hemos comentado, con un simple clic del botón derecho del ordenador.) La desinstalación es semejante; basta elegir la opción correspondiente a desinstalar. Cuidado con esta operación, si el programa pide confirmación para eliminar el archivo de fuente del disco; asegurémonos de tener otra copia disponible en otra carpeta o en un disquette o cd-rom. De otra manera, la perdemos irreversiblemente.

Nota: Algunos programas, como Illustrator y Freehand NO admiten fuentes cargadas temporalmente o instaladas después de haber arrancado. En este caso, es preciso instalar antes de ejecutar el programa. ¿Cuántas fuentes debemos instalar? Existen algunas reglas que conviene respetar. Para empezar, por mucho que nos guste la tipografía, nunca deberíamos instalar más allá de un centenar o unos pocos centenares de fuentes en el ordenador. Al arrancar, se cargan en memoria todas y ralentizan el sistema. Con más de mil tipos instalados, Windows puede comportarse de forma imprevisible y se vuelve incapaz de manejarlos. Es una limitación en el sistema que conviene tener en cuenta. De todos modos no es realista, ni práctico, tener tantas fuentes instaladas.

Conviene efectuar una selección que incluya las más usadas o preferidas (unas pocas docenas, seguramente), y el resto, tenerlas ordenadas en carpetas. Si necesitamos alguna de estas últimas, podemos activarla temporalmente o instalarla momentáneamente. De este modo ganamos en rapidez y comodidad. Además, no deberemos buscar media hora entre la interminable lista de fuentes instaladas, cada vez que se nos ocurra hacer algún cambio de fuente en un programa. Cómo clasificar las fuentes.