Los peregrinos hacen montículos
de piedras para señalizar el buen camino. En este caso hubo
muchos que quisieron contribuir |
Sentado en una piedra en el Camping Municipal de St. Jean Pied de Port comienzo este relato de mi segundo viaje por el Camino de Santiago. Hace una noche fresca y escribo bajo la luz de mi linterna después de haber montado la tienda de campaña y de comer el bocadillo que traía de casa.
Han pasado ya casi
dos años desde mi primer viaje desde Santander hasta Santiago de
Compostela, y estoy ansioso por partir mañana. Por delante, 577
kilómetros atravesando Navarra, La Rioja, y parte de Castilla,
siguiendo el tradicional Camino Francés hasta Frómista.
Allí fue donde contacté en mi primer viaje con el Camino.
Después, la vuelta a casa desandando sobre la bici la ruta de
aquella ocasión, primero por el Canal de Castilla, y luego por
carreteras secundarias y vías verdes hasta mi casa en Santander.
Es un viaje al revés, con la llegada en mi casa. Pero para
hacerlo primero tendré que cruzar los Pirineos, subiendo a
más de 1400 metros de altitud. Eso será mañana.
Cuando
terminé mi primer viaje, incluso antes de acabarlo, sabía
que volvería. Dicen que el Camino engancha, y en mi caso es
verdad porque empecé a preparar este viaje casi en cuanto
regresé del primero. Recopilé información,
compré una bicicleta nueva, y pasé muchas horas en
Internet planificando rutas y soñando con esta nueva aventura
que comenzará mañana.
Continué
también durante estos dos años mi preparación
física. Unos 4000 kilómetros de carretera y monte, en
ocasiones yendo de casa al trabajo, y otras veces saliendo con mis
amigos. Compartí muchas excursiones con Fernando, mi
compañero en el primer viaje, y que está hoy en Guinea
Ecuatorial trabajando como cooperante. También hice nuevos
amigos, Pedro y Javier, que me están enseñando cada
rincón de los bellos montes de Cantabria.
En esta
ocasión ninguno de ellos podía o se animó a venir
al Camino, por lo que esta vez parto solo, con la esperanza de ir
encontrando gente según vaya pedaleando. Esa gente que hace que,
junto a los bellos parajes que atravesaré, el Camino sea una
experiencia de vida inolvidable, y que apetece repetir.
Acampada en el Camping Municipal de St.
Jean Pied de Port |
Ya dentro de la
tienda de campaña el sonido del viento susurrando entre las
hojas de los árboles y el olor y la estrechez de la tienda me
hacen recordar con nostalgia noches de campamento y las escapadas
que hacíamos Paula y yo a la playa de Oyambre cuando eran las
únicas vacaciones que nos podíamos permitir. Tan escasas
de medios, pero tan felices. Hoy, sin embargo, estoy yo solo, dejando
que los pensamientos circulen a su antojo por la mente.
El sordo rugir de
los truenos de una tormenta que se acerca me apresura a repasar los
vientos de la tienda y a prepararme para pasar una noche de
auténtico camping.
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