05/03/2009
Un equipo de investigadores del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha demostrado que al
aplicar alperujo, uno de los residuos de la producción de aceite de
oliva, a suelos contaminados con tricloroetileno se consigue una notable
reducción del contaminante. El estudio supone a la vez una solución para
la gestión del alperujo y para el tratamiento de suelos contaminados con
hidrocarburos. La investigación aparece publicada en la revista
Environmental Science & Pollution Research.
“El alperujo previamente tratado por vermicompostaje reduce en sólo un
mes el 30% del contaminante, evitando que pase a las capas más profundas
del suelo y reduciendo así el riesgo de contaminación de los acuíferos.
Además, degrada completamente el que quedó absorbido en el suelo”,
explica Emilio Benítez, de la Estación Experimental del Zaidín (centro
del CSIC en Granada).
El vermicompostaje es una técnica de reciclaje de residuos orgánicos
que, aplicada al alperujo, hace posible que éste sea capaz de absorber
el tricloroetileno y, posteriormente, acelerar su degradación.
En Andalucía se producen 3 millones de toneladas de alperujo al año
Este estudio pionero puede convertirse en una solución para los países
de la cuenca mediterránea, en los que la producción de aceite de oliva
constituye una de las principales actividades económicas y genera gran
cantidad de residuos orgánicos con altos niveles de toxicidad. Benítez,
director de la investigación, afirma que “si tenemos en cuenta que el
alperujo es un residuo que supone un grave problema de gestión y que no
tiene valor económico, su uso no sólo es rentable, sino que además
representa una ventaja medioambiental”. Sólo en Andalucía se producen
aproximadamente tres millones de toneladas de alperujo al año.
El tricloroetileno, hidrocarburo frecuentemente utilizado como solvente
en procesos industriales, es uno de los contaminantes químicos más
extendidos y resistentes a la biodegradación en condiciones aerobias.
Afecta a la estructura de la comunidad bacteriana del suelo e inhibe la
actividad de ciertas enzimas involucradas en los principales ciclos de
nutrientes del mismo.
De momento, el estudio se ha llevado a cabo solamente en laboratorio,
pero el equipo, en el que también participan investigadores del
Consiglio Nazionale delle Ricerche (Italia) planea realizar nuevos
estudios en campo y extender la investigación al tratamiento de
hidrocarburos más complejos y más difíciles de degradar que el
tricloroetileno, como los hidrocarburos policíclicos aromáticos.
Lombrices que mejaron la biodiversidad
En una investigación previa, publicada en Bioresource Technology, el
mismo equipo comparó los efectos sobre el alperujo de las dos
tecnologías más conocidas para el reciclaje de residuos orgánicos:
compostaje y vermicompostaje. Aclara Benítez que en ambas “los
microorganismos son los principales responsables de la degradación
bioquímica de la materia orgánica”, con la diferencia de que en el
vermicompostaje se añade a los desechos la especie de lombrices Eisenia
fetida.
A través del análisis con técnicas bioquímicas y de biología molecular
determinaron que las lombrices aumentaban de forma significativa el
tamaño, biodiversidad y complejidad de la población bacteriana del
alperujo, eliminado sus elementos tóxicos y convirtiéndolo en una suerte
de abono. “Fueron estos resultados los que dieron pie a la posterior
experimentación con suelos contaminados”, explica Benítez.
Al añadir en laboratorio el alperujo modificado por las lombrices del
vermicompostaje a un suelo en el que se simuló un vertido de agua
contaminada con tricloroetileno, se comprobó que el vermicompost
incorporó nuevas especies bacterianas con la información genética
necesaria para sobrevivir en un entorno contaminado, así como complejos
enzimáticos que permanecieron activos en condiciones contaminantes.