17-junio-2008
Antecedentes
En 1994 la Asamblea General proclamó el 17 de junio Día Mundial de Lucha
contra la Desertificación y la Sequía (resolución 49/115), en
conmemoración de la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas de
lucha contra la desertificación el 17 de junio de 1994. Se invitó a todos
los Estados a que dedicaran el Día Mundial a sensibilizar a la opinión
pública respecto de la necesidad de cooperar en el plano internacional
para luchar contra la desertificación y los efectos de la sequía y de
aplicar la Convención de Lucha contra la Desertificación.
Desde entonces, este día se celebra en los países Partes de la Convención,
las organizaciones del sistema de Naciones Unidas, las organizaciones
internacionales y las organizaciones no gubernamentales y otras partes
interesadas, con diferentes actividades por todo el mundo.
El tema del día es "Combatir la degradación de la tierra para una
agricultura sostenible”
Este año, la celebración es muy importante ya que la adopción del Marco y
plan estratégico decenal para mejorar la aplicación de la Convención,
representa un momento crucial en el proceso de la Convención de las
Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), y reconoce a la
Convención como uno de los instrumentos para prevenir, combatir e invertir
la desertificación y la degradación de las tierras y también para
contribuir a la reducción de la pobreza al tiempo que se promueve el
desarrollo sostenible.
La Convención es el único instrumento jurídicamente vinculante
internacionalmente reconocido, que aborda el problema de la degradación de
la tierra en las tierras áridas.
Mensaje con ocasión del Día Mundial de
Lucha contra la Desertificación y la Sequía (Secretario General de la ONU)
El tema del Día que celebramos este año, “Combatir la degradación de la
tierra para una agricultura sostenible” nos recuerda la importancia que
tiene la tierra como patrimonio mundial sin el que ningún ser humano puede
vivir. La degradación de la tierra afecta a una parte importante de la
superficie arable del planeta, y tiene un efecto directo en el bienestar
de los pueblos y en el desarrollo económico de los países. Esa degradación
provoca pérdidas económicas en la agricultura, causa perturbaciones en los
mercados locales y regionales de alimentos y genera inestabilidad social y
política.
A medida que la población crece, y con ella la demanda de una mayor
producción agrícola, los sistemas tradicionales de ordenación de la tierra
no dan abasto. Todo ello se ve agravado por la adopción de nuevas
prácticas, a menudo de monocultivo. Cada vez son más las tierras de
calidad que se dedican al cultivo, sin prestar suficiente atención a la
conservación, y los agricultores y pastores pobres se ven obligados a
utilizar tierras marginales. La degradación de la tierra afecta de forma
especialmente grave a las mujeres, puesto que tradicionalmente son ellas
las que dedican tiempo y esfuerzo a la tierra —cultivando, procesando,
gestionando y comercializando la mayoría de los alimentos y demás recursos
naturales.
Esas cuestiones se contemplan de manera general en el marco de la
Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, que
actúa como nexo entre la reducción de la pobreza y la protección del
ecosistema de las tierras secas. Actualmente, la Convención es el único
marco jurídico internacional para la recuperación de las tierras secas y
degradadas y podría ofrecer una solución a largo plazo para la producción
de más alimentos para más personas. Esas tierras no utilizadas podrían
aprovecharse también para la producción de biocombustible, con lo que sus
habitantes obtendrían nuevos beneficios.
Ha llegado el momento de que la comunidad internacional reconozca que las
tierras secas y las tierras marginales, donde viven cerca de la mitad de
los pobres del mundo, no son tierras de desecho. Son más bien zonas que
cuentan con potencial para la intensificación del esfuerzo agrícola
tendiente a satisfacer las necesidades de alimentos y energía. Renovemos
nuestro compromiso para invertir la degradación de la tierra y la
desertificación. Velemos por que la estrategia decenal adoptada el año
pasado en Madrid cuente con el apoyo que necesita y se aplique plenamente.
En este Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía,
consagrémonos de nuevo a esa misión.
Combatir la degradación de la tierra para una agricultura sostenible
El Día mundial de la lucha contra la desertificación y la sequía 2008 se
celebra bajo el lema “Combatir la degradación de la tierra para una
agricultura sostenible”. Este problema supone un verdadero reto para la
sociedad moderna, tanto para los países desarrollados como para los que
están en vías de desarrollo, ya que en la actualidad la crisis de la
degradación de la tierra no se puede solucionar por el esfuerzo de un solo
país debido a la preocupación creciente por cambio climático. La
degradación de la tierra intensifica las pérdidas económicas en el sector
agrícola, altera los mercados de alimentos locales y regionales y causa
inestabilidad social y política.
¿Qué es agricultura sostenible?
La agricultura sostenible se refiere a la capacidad de una granja de
producir alimentos indefinidamente, sin causar daños irreversibles en la
salud del ecosistema. El problema tiene una doble perspectiva: a) un
aspecto biofísico, que se relaciona con los efectos a largo plazo de
diversas prácticas sobre las características de los suelos y de los
procesos esenciales para la productividad de la cosecha; b) un aspecto
socioeconómico relacionado con la capacidad a largo plazo de los granjeros
de obtener insumos y de manejar recursos tales como trabajo.
Durante años, la agricultura ha cambiado notablemente debido a las nuevas
tecnologías, a la mecanización, al incremento del uso de productos
químicos, a la especialización y a las políticas de los gobiernos que
favorecieron maximizar la producción. Estos cambios han tenido costes
significativos, tales como, el agotamiento de las capas superficiales
fértiles de la tierra, la contaminación del agua subterránea y la
desintegración de las condiciones económicas y sociales en las comunidades
rurales, entre otros.
Un movimiento en auge, surgido durante las dos últimas décadas, ha puesto
en tela de juicio el papel del sector agrícola por promover las prácticas
que contribuyen a estos problemas ambientales y sociales. Hoy, este
movimiento en pos de una agricultura sostenible integra tres objetivos
principales: la higiene ambiental, la rentabilidad económica y la equidad
social y económica y está ganando una ayuda y una aceptación cada vez
mayores en las prácticas agrícolas dominantes. Una diversidad de
filosofías, políticas y prácticas han contribuido a estas metas y gentes
muy diversas, desde los granjeros hasta los consumidores, han compartido
esta visión y han contribuido a la consecución de esas metas. La
agricultura sostenible no sólo aborda muchas de las preocupaciones
medioambientales y sociales, sino que también ofrece oportunidades
innovadoras y económicamente viables para cultivadores, trabajadores,
consumidores, responsables políticos y muchas otras personas implicadas en
todo el sistema de consumo y de producción alimentaria.
La degradación de la tierra por la agricultura no sostenible
La agricultura no sostenible tiene un impacto tan directo y fuerte en el
suelo que este no puede regenerarse naturalmente. Los nutrientes del suelo
y la materia orgánica disminuyen a la vez que la agricultura intensiva
absorbe grandes cantidades de nutrientes con una rapidez mayor que la
capacidad natural de regeneración del suelo. Por consiguiente, el suelo no
puede recuperarse, como lo hace durante los períodos en barbecho,
resultando así un espiral cada vez mayor de degradación del medio ambiente
y de pobreza, que son las causas principales de la degradación de la
tierra y la desertificación.
Las causas primordiales que agravan la degradación de la tierra derivan
del denuedo de los granjeros por maximizar la productividad del suelo, lo
que incluye: cosechas cultivadas en áreas con riesgo elevado de sequía;
acortamiento de los ciclos de la cosecha y reducción de los períodos en
barbecho; escaso uso de fertilizantes después de cosechar; rotación de
cosecha inadecuada o, lo que es peor, monocultivo; trabajo intensivo; cría
intensiva y pastoreo excesivo lo que tiene impacto sobre la vegetación y
el suelo; separación de la ganadería y la agricultura, eliminando una
fuente de fertilizante natural o de materia orgánica (estiércol del
ganado) usada para regenerar el suelo; tala de árboles, deforestación;
incendios de matorrales y bosques; en regiones montañosas, las cosechas se
cultivan en taludes inclinados en lugar de seguir las líneas del contorno
natural de la montaña y deterioro de las terrazas y de otras técnicas de
conservación del suelo y del agua. Para combatir la degradación y la
desertificación, es necesario restaurar y fertilizar la tierra, los
elementos nutritivos tales como nitrógeno, fósforo, calcio, magnesio etc.
que se encuentran en el suelo son necesarios para que las plantas crezcan.
Cuando el suelo ha perdido todos sus elementos nutritivos o una parte de
sus componentes (ya sea a causa del viento o del agua) se dice que se ha
degradado o que está agotado y como resultado de la perdida su
productividad disminuye.
Quesungual: Combatir la degradación de la tierra para una
agricultura sostenible
Hay muchas iniciativas locales y conocimientos tradicionales de los
pueblos indígenas y de las pequeñas comunidades, que pueden desempeñar un
papel importante en promover la agricultura sostenible y proteger los
suelos y recursos hídricos. El conocimiento tradicional junto con la
tecnología pueden convertirse en un instrumento esencial para generar
mejores medios de sustento, rentas y ordenación sostenible de las tierras
a través de actividades agrícolas sostenibles.
Los tres Convenios de Río (el Convenio de Naciones Unidas sobre la
Diversidad Biológica, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra
la Desertificación (CLD) y la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático) están promoviendo iniciativas para salvar y
recopilar el conocimiento y la sabiduría de las poblaciones locales e
indígenas así como para determinar las posibilidades de adaptarlos a las
condiciones modernas de producción. Un ejemplo es el caso de la tecnología
tradicional del "crecimiento de la biomasa" conocido en Honduras por los
indígenas como “Quesungual.” La tecnología implica el desarrollo de
actividades agrícolas y la protección de la vegetación y de la
biodiversidad existentes. La eficacia de Quesungual ha sido reconocida por
el banco mundial y se puede verificar comprobando que los daños causados
por el huracán Mitch fueron menores en las regiones donde se utiliza que
en las otras regiones.