Juan Sánchez, director del Centro de Investigaciones
sobre Desertificación: “La desertificación no es un fenómeno imparable, el
suelo se puede recuperar”
Madrid,
11 nov (La
Razón).- Es, sin duda, una de las voces más autorizadas en
materia de desertificación en España, un país gravemente amenazado por ella
y que acaba de ser designado por la ONU sede de la próxima cumbre mundial de
lucha contra este problema. Distingue entre desertización (fenómeno natural)
y «desertificación», producto de la acción del hombre y, como tal, lanza un
mensaje esperanzador sobre el futuro de nuestra geografía.
–¿Cuál es la situación actual de la desertificación en España?
–Hay un documento, que es el Programa de Acción Nacional contra la
Desertificación (PAND), que señala las zonas de urgente actuación. Ahora
mismo, más del 30 por ciento de la superficie de España presenta un riesgo
de desertificación elevado, la mayor parte en Castilla-La Mancha y en el
sureste peninsular.
–¿La sequía de este año era excepcional o una sequía más?
–Yo creo que ha sido una sequía más, aunque bastante acusada. En los últimos
cien años ha habido sequías fuertes y épocas mucho más húmedas. Así que, en
un principio, no creo que haya sido excepcional, aunque puede ser que
tuviera alguna acentuación.
Agua y planificación territorial
–¿El déficit de infraestructuras ha agravado la falta de agua?
–En la evolución histórica hemos notado primaveras con suelos más secos de
lo normal, pero la sequía debemos entender que se acentúa cuando las
necesidades hídricas aumentan. Aquí, la agricultura se lleva entre el 70 y
el 80 por ciento del agua. Si aumenta el regadío y las necesidades de la
población en la costa donde menos llueve, habrá mayor déficit.
–¿Debería haber una reconversión agraria en el sureste?
–El desarrollo agrícola ha sido muy alto. En la Comunidad Valenciana
representa sólo el cuatro por ciento del Producto Interior Bruto, pero el
componente cultural y socioeconómico es muy importante. El agua es un
elemento de primer orden en toda planificación. Habría que ver dónde está el
tope en esa agricultura, muy potente en la exportación pero con grandes
necesidades hídricas.
–¿Qué soluciones se deben adoptar para combatir la desertificación?
–Pues, por ejemplo, la restauración forestal de las cabeceras de cuenca, que
son zonas de protección, o el equilibrio con respecto al uso del agua en
distintas actividades. En la agricultura, en zonas áridas, sabemos que el
agua es capital. La desertificación siempre se liga a la erosión, a la
imagen del pantano seco, pero hay un proceso que deberíamos cuidar más, que
es la salinidad potencial de los suelos, el uso de agua de baja calidad
procedente de pozos con intrusión de aguas marinas.
–¿Dónde se utilizan esas aguas?
–En determinados cultivos como los del tomate. La salinización afecta a esos
suelos, pero luego vienen años húmedos que lavan la sal. El problema es
cuando hay años secos y no llueve. Es necesaria una buena calidad del agua y
control sobre el uso de aguas de baja calidad.
–¿Las inundaciones también juegan en contra de la conservación?
–En las cabeceras de cuenca desempeña un papel importante la protección de
la cobertura vegetal, porque se produce una mayor filtración del agua. Hay
que controlar los incendios que amenazan las cuencas porque la desaparición
de la cobertura hace que aumenten las corrientes y que las altas
precipitaciones faciliten todos los procesos de inundación.
–¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie contra la desertificación?
–Debe conocer que, frente a la erosión, la protección de la cobertura
vegetal es máxima y concienciarse con el cuidado de los bosques, que
disfrute del monte sabiendo de los riesgos de una imprudencia.
–¿Estamos en puertas de un cambio climático?
–Es difícil decirlo, porque la zona del Mediterráneo siempre ha sido muy
sensible. Se necesitaría saber si la sequía está ligada o no al cambio
climático. Es una de las cuestiones que están ahí, los datos que se dan son
bastante concluyentes.
–¿El terreno es irrecuperable?
–La desertificación no es un fenómeno imparable, el suelo se puede
recuperar. Cada vez tenemos más conocimientos y mayor capacidad para actuar.
Siempre depende, en todo caso, del tipo de suelo. Hay zonas de secano que
fueron abandonadas y que ahora tienen una mayor productividad biológica que
antes. Por otra parte, tampoco está demostrado que aumente la
desertificación. Existe un equilibrio en la naturaleza entre las zonas que
se pierden y las que se recuperan, y está comprobado que algunas han
mejorado desde los años 50. El cambio climático puede acelerar los procesos,
pero lo cierto es que ahora tenemos un conocimiento más preciso de dónde y
cómo actuar.
–¿En Levante y el Sureste?
–Sí. Tenemos bastante conocimiento del problema, hay bases de datos,
información cartográfica, hay más conocimiento de nuestro suelo. Dentro del
pesimismo respecto al cambio climático hay aspectos que están en vías de
mejorar. Otra cosa son las cuestiones socioeconómicas, como las
urbanizaciones y los campos de golf, que, aunque rentables, tienen unas
grandes necesidades hídricas. En esos casos puede desempeñar un papel
importantísimo la reutilización del agua.
Por Mar Villasante (La Razón).