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  SUELOS: FENÓMENOS FÍSICOS, QUÍMICOS Y BIOLÓGICOS


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¿Ola de calor o cambio climático?

Barcelona, 11 sep (La Vanguardia).- Las evidencias de que la Tierra camina con paso lento pero decidido hacia un cambio climático se acumulan. La certeza de que las temperaturas y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado el último siglo en niveles inusitados es la base que sustenta el pronóstico. La conclusión de los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) reunido por la ONU en el 2001 es concluyente: existen 'nuevas evidencias y más poderosas de que el calentamiento observado en los últimos 50 años es debido a las actividades humanas'.

Ni siquiera la agitada y larga historia de la variabilidad del clima de la Tierra –y su gran complejidad– sirve ya como consuelo. De confirmarse plenamente, la humanidad estaría ante el mayor reto de su historia. Por de pronto, cada coletazo meteorológico –las inundaciones en Centroeuropa o la no menos letal ola de calor en el sur de Europa– es auscultado como un posible nuevo síntoma de una enfermedad que la humanidad ha inoculado a la Tierra.

El panel de expertos de la ONU fue claro. En el último siglo, la temperatura media de la superficie terrestre se ha incrementado entre 0,2 y 0,6 grados. Globalmente, la década de 1990 ha sido la más cálida del siglo XX y el año 1998, el más cálido desde que se poseen registros (1861). Los incrementos de temperatura en el siglo XX probablemente hayan sido los mayores ocurridos en un siglo en los últimos mil años.

Medio grado en un siglo

A lo largo de la historia geológica de la Tierra, la temperatura media del planeta debió de sufrir oscilaciones en niveles parecidos a los actuales, según los estudios paleoclimáticos. De hecho, un incremento de 0,5 grados en un siglo entraría dentro de lo que el sistema climático puede asumir, aunque no hay muchos referentes de tan brusca oscilación. Pero cada vez hay más pruebas de que el calentamiento reciente es debido a la actividad humana, que ha aumentado los gases de efecto invernadero a partir de la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) usados en el transporte, la industria y otras actividades.

Aunque no pueda afirmarse con total rotundidad, tanto los numerosos indicios como la coincidencia en los resultados de los modelos climáticos indican que 'vamos hacia un cambio climático en las décadas venideras. Si el medio grado centígrado se rebasa en unas pocas décimas habrá que achacarlo, ya sin duda, a la actuación humana; no habrá en ese caso referentes en el pasado de una tasa de incremento de temperaturas tan elevada', expone Javier Martín Vide, profesor de Geografía Física y Climatología de la Universitat de Barcelona.

Un reciente estudio del centro gubernamental británico para la predicción del clima señala que el año 2002 registró una temperatura de 0,71 grados más que la media de los últimos 30 años, recuerda Luis Balairón, presidente de la Asociación Española de Meteorólogos. Este dato es muy significativo, porque el incremento se dio sin intervención de 'el Niño' –una corriente de agua caliente que atraviesa el Pacífico algunos años–, uno de los factores que puede enmascarar o amplificar el calentamiento de fondo.

El tercer informe del IPCC prevé que la temperatura media del planeta subirá entre 1,5 y 6 grados centígrados entre 1990 y el 2100. Sería el aumento de temperatura más rápido en los últimos 10.000 años; y comportaría, entre otras consecuencias, que el nivel del mar seguiría subiendo: entre 14 y 80 centímetros en los próximos cien años, con los consiguientes impactos en la costa.

Tan amplia horquilla de aumentos posibles de temperaturas se debe a los diversos escenarios previstos, que han sido dibujados teniendo en cuenta variables como el crecimiento de población, la utilización de combustibles fósiles, los aumentos de consumo energético y el desarrollo económico mundial. En este racimo de hipótesis, cuanto más intensivo es el uso de combustibles fósiles, mayores son las subidas de temperaturas esperadas.

La preocupación de los expertos se centra en el CO2 –principal gas de efecto invernadero originado por la actividad humana–, cuya creciente presencia en la atmósfera es paralela a las curvas ascendentes de temperaturas. '¿Si estamos viviendo ya el cambio climático? Lo que realmente nos preocupa es la intensificación del efecto invernadero. A la gente lo que más le llama la atención es que la temperatura haya subido medio grado. Pero para nosotros la alarma la da la intensificación del efecto invernadero, por efecto de las concentraciones creciente de gases', dice Balairón, que es jefe del servicio de variabilidad y predicción del clima del Instituto Nacional de Meteorología.

¿Podrá la atmósfera neutralizar la creciente emisión de estos gases? Ahora, la mitad de este volumen es absorbida por los bosques, el mar o los suelos, que contribuyen así a fijar el carbono acudiendo en auxilio de la atmósfera. Pero aun así siguen aumentando un 0,4% anual. Si continúa el actual ritmo de emisiones, los ecosistemas naturales no podrán asumirlos y quedarán en la atmósfera como una bomba que desestabilizaría el clima. Para el año 2080, se calcula que la humanidad echará a la atmósfera entre 10.000 y 11.000 millones de toneladas de CO2, argumenta Balairón.

Exceso de CO2

Desde hace 20 millones de años no ha habido tales niveles de concentración de CO2 en la atmósfera, pues han aumentado un 31% desde 1750. Se ha pasado de unas 280 partes por millón (ppm) a mediados del siglo XIX –antes de que se generalizara la industrialización– a casi 370 partes en la actualidad. 'Lo que cada año consumimos los habitantes de la Tierra en petróleo, carbón y gas fue almacenado por la Tierra en el subsuelo a lo largo de un millón de años. Lo que quemamos en un año a la Tierra le costó un millón de años', dice Martín Vide.

Las incertidumbres no radican en si el calentamiento va a continuar –en eso coinciden mayoritariamente los climatólogos–, sino en determinar cuándo y dónde. El problema es que las actuales pronósticos se basan en modelos válidos a escala geográfica muy grande, pero se muestran mucho más imprecisos cuando entren en el detalle de algunas zonas geográficas concretas.

Aun así, los científicos de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) pronosticaron el año 2000 que los veranos tórridos serán cinco veces más frecuentes en el sur de España dentro de 20 años y, además, señalaron que el calentamiento global comportará en España escasez de agua, más incendios forestales y desertización.

'En la mayor parte del área mediterránea, el principal impacto que se perfila es el cambio de régimen hídrico. Habrá años con sequías más frecuentes y largas y, además, un cambio en la variabilidad climática; es decir, tendremos una mayor frecuencia de episodios extremos, como las sequías, las olas de calor y las tempestades de otoño', explica Josep Enric Llebot, coordinador del estudio sobre el cambio climático en Cataluña.

Algo parecido opina Martín Vide, quien subraya las consecuencias de un cambio en el régimen de pluviometría en España, cuyos efectos pueden ser más importantes incluso que el aumento de temperatura, al actuar como un factor limitante de la actividad económica. 'Los indicios apuntan a que habrá menor cantidad de lluvias y un peor reparto temporal; serán más intensas, más erosivas y destructivas, pero estarán más concentradas en el tiempo, en menos días', dice.

¿Es la reciente ola de calor un nuevo indicio o una prueba del cambio climático? Los expertos consultados se resisten a relacionar ambos hechos de manera lineal; dicen que no es posible, dada la complejidad de los factores climatológicos que intervienen. Pero todos recuerdan que los fenómenos meteorológicos extremos como éste son circunstancias que se esperan derivadas del cambio climático.

Lo más atípico este verano no han sido los récords de temperaturas, sino el que algunas ciudades hayan rebasado los valores medios de sus máximas históricas durante muchos días seguidos.

Fuente: Fundación Entorno
 


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