El Camino de Santiago en Bicicleta

Día noveno: el regreso

Amanece un día con nubes pero sin llover y preparo rápidamente mis cosas para partir cuanto antes a la meta, mía y de tantos otros. Al descender la cuesta del Monte do Gozo me emociona pensar en la llegada a la Plaza del Obradoiro, sin saber que aún me queda otro obstáculo por salvar. Un par de kilómetros más allá, al empezar a subir por las cuestas de Santiago la cadena de mi bici hace un ruido extraño. Un eslabón está medio saltado. Intento colocarlo con la mano, pero unos metros más adelante se rompe del todo. Puedo llegar ya andando pues apenas quedan dos kilómetros y medio, pero creo que si la reparo tardaré menos. Tengo una herramienta para reparar cadenas y un eslabón de repuesto. Nunca había hecho esto antes, pero no es difícil y en 10 minutos estoy otra vez en marcha.

Flecha Amarilla La bici me ha empezado a dar problemas

La emoción me embarga al llegar al casco viejo, al ver la catedral, al llegar por fin a la Plaza del Obradoiro, kilómetro cero del Camino. Le pido a un turista que me haga una foto para reflejar ese momento que jamás podré olvidar. Es el sueño cumplido, el esfuerzo recompensado, la meta alcanzada, el haber cumplido una tradición forjada por tantos europeos.

Flecha Amarilla La meta de la Plaza del Obradoiro. Al fondo, la Catedral de Santiago

Vago un rato por los alrededores de la Catedral sin rumbo fijo, absorto en mis pensamientos, recordando los momentos del viaje, sobre todo los mejores y los peores. La cola para obtener la Compostela es enorme, por lo que espero a ver si luego es menor. Luego comprobé que la cola crecía cada vez más, por lo que me quedé sin ella. No me importa. Es sólo un papel. Lo importante ya lo llevo dentro de mí.

El sol muestra tímidamente sus rayos mientras empieza a llover y surge al otro lado de la Catedral un bello arco iris que parece que me da la bienvenida a Santiago.

Flecha Amarilla Un arco iris me da la bienvenida a Santiago

Dedico un rato a comprar unos recuerdos para Paula, Ana y Miguel. A mis padres les regalaré la concha de peregrino transportada durante cientos de kilómetros a lomos de mi bicicleta hasta Santiago.

Finalmente, a las once, pongo rumbo a casa, dirigiéndome a la oficina de alquiler de coches mientras un chaparrón despide este largo y precioso viaje.

Flecha Amarilla El regreso en coche del alquiler


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