El Camino de Santiago en Bicicleta

Día quinto: la Cruz de Ferro

Amanece un día frío, nublado y con amenaza de lluvia. Nos ponemos en camino muy pronto, hacia Astorga. Encontramos muchos cicloturistas. Es domingo y es cuando salen. El ciclismo se está convirtiendo en un deporte de masas, a pesar del escaso apoyo que le dan en la mayoría de las comunidades. No comprendo que hoy, con la necesidad de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, es decir de ir menos en coche entre otras cosas, no sea obligatorio construir por cada carretera nueva un carril bici que haga un recorrido similar.

Flecha Amarilla El larguísimo puente medieval de Hospital de Órbigo

En Astorga me impresiona el Palacio Arzobispal ¡Gaudí es siempre genial! Vemos a los Maragatos tocando la campana del ayuntamiento. Cerca, en la plaza, paran una madre francesa que hacía el camino en bici con su hija, mientras el marido y padre les hace de apoyo: les da masajes, comida, les engrasa las bicis, y les indica el camino a seguir. Luego las esperaría en el siguiente cruce para indicarles de nuevo el camino. De paso, nos ayudaría a los demás peregrinos a encontrar el camino. ¡Qué ternura la de aquel hombre cuidando de sus dos valientes mujeres¡

Por el camino veo a una pareja que camina de la mano, sonriendo. Me recuerda mucho a Paula, por la cantidad de veces que caminamos así, de la mano, y con una enorme sonrisa en los labios.

Flecha Amarilla La entrada al pueblo de Santa Catalina de Somoza

Llegamos a comer a Rabanal del Camino, después de una buena subida. Era el comienzo del ascenso a la Cruz de Ferro, de 1500 metros de altitud. La subida es dura, pero las piernas y las rodillas funcionan sin problemas. Durante la subida llueve y arriba hace mucho frío, igual que al cruzar la cordillera cantábrica. Un ciclista está parado en la cuneta y nos fijamos en que tiene una pierna ortopédica. ¡Qué valor! Le ofrecemos ayuda pues estaba muy cansado, pero la rechaza y seguimos el ascenso.

Al llegar a la cruz me saca una foto un francés, y cumplo con la tradición de arrojar una piedra a la base de la cruz, ya enorme por la gran cantidad de peregrinos que hemos pasado por allí. ¿Cuántos habremos sido? Supongo que un historiador puede dar una cifra pero a mí se me antojan cientos de miles, incluso millones.

Flecha Amarilla La tradición manda a cada peregrino arrojar una piedra a la base de la Cruz de Ferro

Al bajar el puerto se cierra la niebla y no se ve nada. Llueve a mares y estoy calado. Enciendo la luz roja trasera para que me vean los coches y sigo hasta el siguiente pueblo. Es El Acebo, un lugar que veríamos hermoso cuando se disipase la niebla, ya casi por la noche. Hay un albergue con una deliciosa ducha caliente. Hoy han sido 70 kilómetros muy duros.

Pasamos el resto de la tarde charlando con la gente del albergue. Sobre todo con un grupo de malagueños que empezaban el camino hoy. Son grandes aficionados a la bicicleta de montaña y han hecho todo el recorrido por los caminos. Nosotros hemos subido en cambio por la carretera, para mitigar la dureza del ascenso. Nos cuentan que en la Cruz de Ferro había un cicloturista que intentaba secar su bici con un kleenex mientras decía que no pensaba bajar hasta que se secase la carretera. ¡Debe estar todavía allí¡ Los malagueños, acostumbrados a vadear ríos y cruzar barrizales, se reían.

Flecha Amarilla En el interior del albergue de El Acebo

Llega una chica brasileña y al descalzarse podemos ver unas ampollas como monedas de dos euros. ¡Qué dolor¡ Había caminado así durante horas. Y al día siguiente volvería a hacerlo. Y al siguiente. Y al otro.

Un ciclista portugués había pinchado y le ayudamos a hinchar su rueda, pues quería seguir camino hasta Ponferrada. Sigue pues camino, bajo la lluvia intensa.

Flecha Amarilla Nuestras bicis atadas a la cruz del albergue de El Acebo. La niebla y la lluvia envuelven el pueblo

Durante la cena Fernando me dice que se agobió mucho con la niebla, pues se sentía perdido. Yo no le doy mucha importancia, pero al día siguiente me daría cuenta de que iba en serio.

Me gusta mucho el ambiente del albergue. Todos muy amables y respetuosos. La conversación agradable. A las 10 se apaga la luz y todos nos ponemos a dormir.


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